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10 de enero de 2011

Un día de perros

Uno de los regalos de la jornada: las vistas.
44 km en 8 horas con 1600 m de ascensión acumulada; con estos datos se puede pensar a simple vista que ha sido una jornada dura, pero si le sumamos que de las 8 horas de ruta al menos 6 han sido bajo la lluvia se entiende el título de la entrada.
En esta ocasión fuimos 3 los inconscientes (Manuel Pedraz, Antonio y yo) que nos levantamos con la idea de afrontar una jornada de exploración, una ruta inédita por la sierra. La previsión del tiempo no era muy halagüeña, pues habían anunciado en todo el oeste de la península lluvias dispersas con tendencia a despejarse a medida que avanzase el día: tal vez se cumplió en el resto del oeste peninsular, pues en nuestra zona no fue así, teniendo un día más duro incluso de lo previsto.
Nos desplazamos en coche hasta Gargantilla para comenzar a pedalear por un bonito sendero y bajo lluvia fina hacia Segura de Toro y Casas del Monte, deleitándonos con los arroyos que íbamos pasando, rebosantes de agua. Pero eas mismas aguas que tanto nos gustaban las acabaríamos aborreciendo al final de la jornada.
En Casas del Monte empezamos a ascender hacia la sierra, por una pista hormigonada para el mejor transitar de los ganaderos hasta casi la cima de la montaña, donde dejamos el camino para desviarnos a la izquierda y comenzar a transitar fuera de pista. Aquí nos dijo Manolo que había que avanzar un poco entre los brezos, pero ese poco se convirtió en un mucho, sin camino a seguir, andando y con la bici al hombro en muchos tramos. No paraba de llover, así que íbamos calados hasta huesos, y cuando por fin dejamos la zona de monte bajo y teníamos por delante unos metros para avanzar sobre la bici a Manolo se le metió un palo en el cambio con un destrozo considerable: patilla de cambio doblada, la caja del mismo entre los radios... cuando conseguimos enderezarla un poco continuamos la marcha hasta llegar unos metros más adelante a otro tramo donde tenemos que avanzar andando en un prado sin camino marcado, entre piedras, zarzas... finalmente llegamos al camino que buscábamos y montamos en las bicis nuevamente; pero nos esperaba un nuevo percance, a Manolo se le metió la cadena entre el plato pequeño y el cuadro y para sacarla hubo que desmontar el mencionado plato. Todo ello bajo la lluvia, lo cual hacía la tarea algo más desagradable si cabe. Una vez reparado emprendimos la marcha, Antonio con un radio de la rueda delantera roto.
Nos habíamos quedado helados, pero estábamos de suerte, íbamos a entrar rápido en calor porque comenzamos el ascenso hacia el Puerto de Honduras. Dejó de llover y aprovechamos un cruce para detenernos a comer el bocadillo, el tiempo justo de engullirlo y en mi caso cambiarme de camiseta y guantes, pues no estaba el día para quedarse parado, pues aunque no llovía, e incluso el sol amenazaba tíimidamente con salir, aún estábamos mojados y helados de frío. Reemprendimos la marcha para seguir subiendo sin parar, y al alcanzar la cumbre, crestear un poco y descender un tramo por la ladera de la sierra contraria a la que habíamos subido, es decir, de cara al Valle del Jerte.
Nuevamente tocaba subir, ya directos al Alto de Honduras, con un último tramo andando y nuevamente bajo la lluvia para no variar. Al comenzar el descenso, con lluvia y niebla, cogimos el camino que baja a Gargantilla y que está marcado como GR10, incialmente con granizo. Un largo descenso por un camino de piedra suelta y estrecho en la primera mitad y más sencillo y rápido en el tramo final para alcanzar los coches, cambiarnos rápidamente de ropa y volver a casa en busca de una ducha caliente que nos ayudase a entrar en calor.
Una jornada dura, muy dura; un día de perros, de esos que con el paso del tiempo recuerdas con cariño, pero mientras lo estás padeciendo no te hace ni pizca de gracia.

MGJ.

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